CONTAMINACIÓN




 Desde los Farallones, el río Cali baja entre las amenazas de la minería, la deforestación y aguas residuales. Cuando entra a la ciudad ya se está 'ahogando' por la excesiva carga de contaminantes. Y aunque ha sido una situación denunciada por organismos de control y las administraciones presentan propuestas para recuperarlo que no han pasado de simples planteamientos, el río tutelar, que surte a medio millón de personas, no ha podido ser reanimado.
El índice de calidad de agua, después de que nace cristalino en El Alto del Buey, se detecta con niveles aceptables al tocar el casco urbano, pero luego se va deteriorando en unos 50 kilómetros desde el oeste hasta llegar sin aliento al nororiente caleño. El Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente (Dagma) advierte que en ese paso aumenta el depósito de sólidos suspendidos totales. Mientras estas cargas en la entrada a la capital vallecaucana registran un promedio de 4 miligramos por litro, en la desembocadura al unirse con el río Cauca se multiplican por seis. Las acompaña la presencia de metales como cadmio, plomo, níquel y cromo que el Dagma también ha detectado.Sin embargo, la entidad aclara que "la concentración de cadmio y plomo están cumpliendo con el límite de la norma comparada (criterio de calidad admisible para la destinación del recurso humano y doméstico donde se requiere tratamiento convencional)".
Las Empresas Municipales de Cali (Emcali) prueban que no hay riesgos para el consumo humano, a pesar de que el río Cali recoge a su paso las descargas de los corregimientos Felidia y Pichindé y de una actividad minera en El Alto del Buey, de la vereda Peñas Blancas, que mantiene las alarmas de las autoridades de Parques Nacionales Naturales, encargada de los Farallones.


La Contraloría General de la República el año pasado lanzó un llamado de alerta por la presunta presencia de cianuro que, en medio de dudas de ambientalistas, fue disipada por la Corporación Autónoma Regional del Valle (Cvc), tras un monitoreo.
Según el Dagma el río es tan importante para el municipio que, con recursos del Fondo Nacional de Regalías, se desarrolló el proyecto 'Recuperación ambiental de las márgenes del río Cali entre los sectores Entre Ríos y la calle 8 del municipio de Santiago de Cali', por valor de 745 millones de pesos.
El río, que nace de la confluencia de los ríos Pichindé y Felidia a 1.300 metros de altura sobre el nivel del mar, sigue bajando con fuerza hasta que en Pilas del Cabuyal hay quienes lo ven como una fuente turística. No obstante, algunos vecinos de esta vereda del corregimiento Los Andes expresaron que hace falta un alcantarillado y que la población también tome conciencia de no utilizar zonas para lavar carros.
Para evitar que caigan aguas residuales al cauce del río tutelar que, además, recibe a un río Aguacatal que baja por el oeste convertido en un caño y afectado por la explotación de piedra caliza, carbón y de otros minerales.
El personero Andrés Santamaría mantiene el SOS por las actividades de ganadería desde Los Farallones y coincide con Parques Nacionales en que la minería se ha convertido en un dolor de cabeza.
Con un caudal reducido, el río baja por el Zoológico de la ciudad a recibir más descargas y canales de aguas servidas. Ya en ese paso hay basuras y plásticos flotando. Algunos habitantes de calle se arriesgan a bañarse, pese a la alta contaminación que avanza por un caudal reducido en la zona residencial Entre Ríos y que se vuelve de color castaño y gris a la altura del hotel Intercontinental. Pero allí hay pájaros de picos rojos y plumajes negros que se asoman como un rastro de vida que le queda al río agónico, a pocos metros de la Torre más alta de esta capital, entre la maleza de las riberas inclinadas en la carrera 2 con calle 21.

Después el cauce se pierde entre el pavimento hasta que aparece debajo del puente de la calle 26 por las antiguas bodegas del Ferrocarril. Allí se observan los efectos de las acciones de personas que solían lavar carros con el agua turbia del río que sigue su curso por la zona del parque de El Avión, donde pululan las basuras y las aguas servidas de asentamientos subnormales sobre el margen de protección de los 30 metros. Esas aguas y más desechos siguen en inmediaciones del barrio La Isla por la avenida 2N con calle 52.
A medida que el cauce se acerca al río Cauca aumenta el olor fétido como la señal de que su final está cerca. El Cali, completamente oscuro, llega a la desembocadura en Floralia, norte local, mientras bodegas de reciclaje y otros negocios sobre el jarillón depositan desechos para darle la estocada final a las aguas que atravesaron una ciudad que se quedó en los sueños del poeta Eduardo Carranza.

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